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A Coruña irrumpe en la ACB | Baloncesto | Deportes


Un triunfo (74-80) en el feudo del Melilla, que pierde la categoría, puso el colofón a una histórica campaña para el Leyma Básquet Coruña, que la próxima temporada jugará por primera vez en la Liga ACB después de caer en apenas 7 de los 34 partidos de la LEB Oro, el segundo escalón del baloncesto español, una categoría selvática en la que el equipo gallego jugó las doce últimas campañas casi siempre en la zona noble de la clasificación, pero jamás con el ascenso a tiro. Llegó al fin ese salto en el inicio de un fin de semana que puede ser inolvidable para el deporte coruñés porque el Deportivo tiene la oportunidad de regresar al fútbol profesional si vence al filial del Barcelona este domingo en Riazor. Allí precisamente, junto a la playa coruñesa, miles de aficionados siguieron el ascenso por pantalla gigante.

El Básquet Coruña es el campeón de una liga que buscará ahora una segunda plaza de ascenso en un playoff que agrupa a plazas ilustres con pasado en la máxima categoría. Estudiantes, San Pablo Burgos, Gipuzkoa, Valladolid, Alicante, Lleida o Betis buscarán el regreso. También el Tizona burgalés tratará de seguir el camino de los coruñeses y estrenarse entre los grandes ahora que la competición se abre a todo tipo de ilusiones. Entre 2011 y 2016 apenas tres de los diez equipos que lograron el ascenso en la pista pudieron salir a competir entre los grandes. Se lo impedía el elevado canon (llegó a ser de algo más de 4,7 millones de euros) de acceso que solicitaba la ACB. Obradoiro y Murcia subieron porque estaban exentos. Sólo el Andorra lo abonó. Una denuncia del Tizona, que acabó en puesto de ascenso tres temporadas consecutivas, acabó con ese peaje.

El nuevo orden beneficia a Básquet Coruña, un club que ha crecido desde la base, convencido de que ahí estaba su futuro y que ahora se vertebra en torno a 700 niños y niñas que copan los polideportivos de la ciudad, una cantera que, con todo, apenas logra ofrecer frutos para el primer equipo. A Coruña es una ciudad de baloncesto, con amplia tradición en colegios y entornos callejeros, pero embebida en un entorno en el que el fútbol y el Deportivo todo lo sepulta. Durante años germinó la leyenda de que la tibieza polideportiva de la ciudad era el precio a pagar por la pujanza de su equipo más representativo. Así, mientras Ferrol, Ourense, Santiago o Lugo encestaban entre los grandes o en Vigo florecía un pluricampeón en categoría femenina, A Coruña apenas tocó la primera división del baloncesto español en 1968. Ese hito lo alcanzó el Bosco, el histórico equipo de la ciudad que apenas jugó un año contra los mejores y ascendió en un partido que se jugó bajó unas carpas instaladas en Riazor. El entrenador era Manuel Fernández Trigo, que cuatro años después se incorporó al Deportivo como gerente y en 1978 asumió esa labor en el Real Madrid, donde tuvo las llaves del club durante más de dos décadas hasta su jubilación. También él había sido el hombre orquesta que había guiado a otro equipo de su ciudad, el Medina femenino, que en 1966 fue el primer equipo gallego que ganó una liga nacional.

Los jugadores del Leyma Básquet Coruña celebran el ascenso a la máxima categoría del baloncesto nacional.
Los jugadores del Leyma Básquet Coruña celebran el ascenso a la máxima categoría del baloncesto nacional.FEB

Todo ese legado transitó a través de diferentes proyectos de desigual fortuna que desembocaron en un club que en 2002, en pleno apogeo del Dépor europeo, ya competía en LEB Oro, pero que prisionero de las estrecheces económicas se abocó a vender su plaza por 300.506 euros al renacido CAI Zaragoza. Diez años le costó regresar desde las catacumbas y asumir un discurso de estabilidad. Y se había plantado una semilla. “De todos los niños que tenemos en cuatro o cinco años con suerte habrán llegado uno o dos, pero con los demás habremos conseguido que les guste el baloncesto, serán nuestros aficionados”, explicaba en 2010 Julio Flores, presidente entonces del club. “La ambición desmesurada tiene que estar controlada. Debes tener claro que quieres progresar, pero también qué es lo que te impide hacerlo”, diagnóstico Carlos Lamora, su sucesor al frente del club. La estabilidad es la bandera de un club que ha crecido sin dar un paso más largo que el otro. Juan Carlos Fernández se hizo cargo del club en 2014 y en él sigue como vicepresidente tras acceder hace seis años a la presidencia uno de sus primeros colaboradores, Roberto Cibeira, consejero delegado de Pontegadea, el brazo inversor que gestiona con extraordinarias plusvalías la fortuna de Amancio Ortega, el fundador de Inditex.

La solidez del proyecto, con un patrocinador como la firma láctea Leyma que suma veinte años de apoyo, ha suscitado el aliento de una significativa representación del músculo empresarial y económico de la ciudad, pero siempre dentro de un comedimiento. El verano pasado, tras una dolorosa eliminación en la primera ronda del playoff, se renovó al entrenador, el burgalés Diego Epifanio y se dio continuidad a siete jugadores, una rareza en una competición de planteles efímeros. La temporada se inició con preocupación porque el seguimiento del equipo era tibio, pero en los últimos meses la ciudad ha vuelto a latir con la canasta. Desde su silla a pie de pista, Cibeira grabó orgulloso con su smartphone los instantes finales del partido contra el Castellón que dejó al equipo a un paso de un ascenso que consumó en Melilla. El curso culmina con la llegada a la ACB, pero también con alguna asignatura pendiente que debe aprobarse con el ayuntamiento: el equipo no sabe a día de hoy si va a recibir a los mejores equipos de España en el vetusto y céntrico Palacio de los Deportes que debería acometer obras en aspectos como vestuarios y climatización además de integrar gradas supletorias para llegar al aforo mínimo exigido de 5.000 personas o mudarse al Coliseum, en las afueras de la ciudad. Allí se disputó la Copa del Rey de baloncesto en 2016, pero también se escenifica una apretada programación de eventos. Y cada vez que se acondicione la cancha de baloncesto habría que pagar 30.000 euros por el alquiler, el montaje y la adecuación de una pista con aforo para 11.000 espectadores.

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