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Vox desmiente a las encuestas y conserva su único escaño en el Parlamento vasco | Elecciones en el País Vasco 21-A



Vox ha conseguido salvar los muebles. En contra de lo que auguraban la mayoría de las encuestas, conserva su único escaño en la Cámara vasca. Pese al temor de que funcionara el voto útil al PP, el partido ultra logró mejorar sus resultados de hace cuatro años, superando el 2% de los sufragios y los 21.000 votos en el conjunto de Euskadi, frente al 1,96% y 17.600 votos de entonces. Pero, sobre todo, renovó su escaño por Álava, con el 3,71% (tenía que superar el 3% para obtener representación) y 5.623 papeletas (4.731 en 2020). En Bizkaia y Gipuzkoa se quedó muy lejos de ese listón, pero no importaba porque jugaba todas sus cartas en la provincia menos poblada y consiguió plaza mientras Podemos, con más electores en el conjunto de Euskadi, se quedó fuera.

Con el 100% de los votos contabilizados en Álava compareció el líder del partido, Santiago Abascal, en un salón del hotel Silken Ciudad de Vitoria, su cuartel general de la noche electoral, flanqueado por su diputada Amaia Martínez. Los militantes que lo aguardaban lo recibieron con aplausos y gritos de “¡presidente! ¡presidente!”, como si él fuera el ganador de las elecciones y no el candidato del PNV. Con semblante grave, Abascal enfrió la euforia de los suyos, respondiendo a una simpatizante que le gritó “misión cumplida” que “ETA y el partido separatista vasco han ganado las elecciones y los españoles las vamos perdiendo”, de lo que culpó a quienes se han opuesto a ilegalizar a Bildu, en alusión al PP. Tras presumir de que su partido “ha revalidado el escaño” con un 20% más de votos que hace cuatro años y “ha vuelto a poner una pica en un Parlamento difícil”, advirtió de que “Vox no es una moda” y “no va ser derribado a pesar de los intentos de tantos”. Martínez, por su parte, aseguró que el Gobierno que va a formarse en Vitoria “atemoriza a muchos vascos” y es “el peor posible”.

Abascal se jugaba mucho en este envite. Como él mismo recuerda, Álava es su “patria chica”, la tierra donde nació y se inició en la política, de la mano del PP. Y Euskadi es, con Cataluña, uno de los frentes de su batalla contra el nacionalismo separatista. Tras el fiasco de las elecciones gallegas, un tropiezo en las vascas le habría supuesto un revés político, además de abrirle un gran agujero económico.

Vox impidió el acceso de EL PAÍS a la zona de prensa, aunque este diario se había acreditado en tiempo y forma. En las elecciones generales del pasado 23 de julio, el partido ultra vetó a este diario en la noche electoral hasta que la Junta Electoral Central (JEC) le advirtió de que estaba vulnerando el artículo 20 de la Constitución, que consagra el derecho a la información, y de que si persistía en su actitud se podría enfrentar a “responsabilidades administrativas y, en su caso, penales”.

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