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El hermano gemelo de Laporta | Fútbol | Deportes



Edgar Ié nunca fue Paolo Maldini, pero a sus 30 años se había convertido en un defensa sólido y de ciertas garantías para cubrir la retaguardia de un equipo que peleaba por no descender en la Liga rumana. Su valor de mercado, según Transfermarkt, es de 1,3 millones de euros -casi como un piso de 100 metros en Lavapiés-, y su carrera en distintos países le daban un cierto caché. Pero el central guineano del Dinamo de Bucarest, criado en la cantera del Barça, no acababa de ofrecer las prestaciones que se le suponían desde que lo habían fichado en febrero. Algo no cuadraba. El jugador, además, había pasado por Francia, Portugal y Países Bajos y alguien se dio cuenta de que solo hablaba portugués y que no entendía ni una sola palabra cuando le hablaban en otros idiomas. Y aquí saltó la liebre.

El club sospechó. También la prensa. Comenzaron las preguntas. Y, según lo publicado hasta ahora, alguien le pidió al futbolista que enseñase su carné de conducir (no se entiende por qué no simplemente su DNI). Y resultó que Edgar Ié no era Edgar Ié, sino su hermano gemelo Edelino, que también es futbolista, pero no ha tenido una trayectoria tan sólida (ni habla idiomas, para desgracia de su carrera como impostor). Edelino nunca triunfó, de hecho la división más alta en la que ha jugado es en la Segunda portuguesa, en el Braga B. Y actualmente se encontraba sin equipo, desde que terminó su aventura en el Tluchowia polaco a finales del año pasado. Así que alguien pensó que podría colar.

El caso, que el Dinamo de Bucarest ha decidido investigar, abre una grieta descomunal en el fútbol, pero también una enorme esperanza para determinados seguidores que hemos perdido la fe en todo. Y en todos. Porque, ¿y si Vitor Roque, por ejemplo, no es otro que su hermano gemelo malo? Y todavía mejor, ¿por qué no podría ser también Deco, en realidad, su hermano ciego? ¿Alguien en el club les ha pedido el carné de conducir? Si no es así, deberían hacerlo y permitirnos salir de dudas.

La prueba de ADN —y no precisamente el del cacareado juego— sería lo único que podría explicar algo tan alucinante como haber fichado a un prometedor futbolista del Atlético Paranaense con 18 años por 60 millones de euros, traerlo a mitad de temporada, convencernos de que era el nuevo Ronaldo y ahora no contar con él. Y eso que el chico no ha roto nada y ha marcado un par de goles en los pocos minutos que le dieron. Roque, del que ahora se dice que formará parte de un intercambio con el Manchester United, no tiene ninguna culpa de que lo peor del fútbol, los agentes y el hedor a comisiones le hayan elegido a él para manifestar toda su crudeza. A menos, claro, que Xavi supiese que el futbolista, cuyo fichaje terminó de vaciar la caja de caudales del Barça, no fuera Vitor Roque y se tratase de su hermano gemelo.

La suplantación de personalidad mediante lazos sanguíneos explicaría muchas cosas de esta temporada. Porque ni el presidente Joan Laporta parece él, ni el entrenador recuerda al Xavi que conocíamos ni Deco se parece a no sabemos muy bien qué porque nadie imaginó nunca que podría llegar a ser director deportivo. La doble hélice, esa hipnótica forma entrelazada a través de la que se manifiesta el ADN, tendría la respuesta a este misterio, como en tantos otros crímenes resueltos en el laboratorio. A ver si la temporada que viene hay suerte y, mientras en Bucarest aclaran lo del pobre de Edgar Ié, alguien localiza aquí al hermano bueno de todos estos.

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