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La UE y la OTAN expresan unas tímidas condolencias por la muerte de Ebrahim Raisí | Internacional


Charles Michel Jens Stoltenberg y Josep Borrell en Bruselas
Desde la derecha, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, el secretario general de la OTAN,OLIVIER HOSLET (EFE)

El abismo que se abre en las relaciones diplomáticas entre Irán y Occidente puede verse en las tímidas condolencias que la Unión Europea y la OTAN han publicado este lunes al confirmarse la muerte del presidente del país, Ebrahim Raisí, en un accidente de helicóptero el día anterior. “La UE expresa sus sinceras condolencias […] Nuestros pensamientos están con los familiares”, ha lamentado el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, en X. Palabras muy parecidas ha lanzado el alto representante para la Política Exterior de la UE, Josep Borrell. La OTAN, en cambio, ha dejado que sea su portavoz, Farah Dakhlallah, quien dé el pésame “al pueblo de Irán” en redes sociales; no lo ha hecho el secretario general, Jens Stoltenberg, el máximo representante de la Alianza Atlántica.

Que hayan sido Michel y Borrell -las únicas voces autorizadas para hablar de la política exterior de la UE según los tratados- deja claro que la Unión solo buscaba cumplir el expediente, ya que las relaciones con Irán viven un periodo no ya frío, sino gélido por el respaldo de Irán a Rusia en la invasión de Ucrania enviándole material militar; por el ataque lanzado contra Israel hace unas semanas; o por la represión contra las protestas por la muerte de la joven Mahsa Amini, detenida por llevar mal colocado el velo. Ante las críticas emitidas incluso ante ese tímido mensaje, la portavoz de Michel, Ecaterina Casinge, ha recordado que la diplomacia es, ante todo, diálogo, “incluso con regímenes con los que tenemos profundas divergencias”. En el caso iraní, además, mantener ese diálogo “es esencial para evitar una escalada regional y preservar la estabilidad en la región”, ha subrayado. En cualquier caso, y en contra de lo habitual en otras circunstancias luctuosas, esta vez no se han unido a ellos ni la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ni la del Parlamento Europeo, Roberta Metsola.

Tampoco se han sumado a las condolencias muchos de los jefes de Estado o primeros ministros de los Estados miembros: el español Pedro Sánchez no ha hecho referencia en X, tampoco el francés Emmanuel Macron, el alemán Olaf Scholz, la italiana Giorgia Meloni o el polaco Donald Tusk. Sí que ha mostrado su pesar, en cambio, el húngaro Viktor Orban, un termómetro casi infalible de que el resto de socios va en dirección contraria.

En Estados Unidos, ni el presidente, Joseph Biden, ni el secretario de Estado, Antony Blinken, han hecho referencia alguna en sus redes sociales.

El abismo que se abre entre la UE y Teherán no fue obstáculo para que el domingo los Veintisiete activaran la red de satélites Copérnico, con la que se puede alcanzar una observación de alta precisión sobre lo que sucede en la superficie terrestre, para ayudar en la búsqueda del helicóptero caído, que transportaba a Raisí y al ministro de Asuntos Exteriores iraní, entre otras autoridades del país. Eso sirve también para entender que la ruptura no es total y se mantienen algunos canales abiertos, porque en Bruselas también hay quien defiende que no se debe romper toda relación diplomática con el régimen teocrático persa.

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Ese difícil equilibrio se observa con alguna de las reacciones que se han visto este lunes. Por ejemplo, el histórico eurodiputado liberal belga, Guy Verhofstadt, también ex primer ministro de su país, quien en sus redes sociales no ha dudado en calificar al presidente fallecido de “un asesino en masa y uno de los principales organizadores de la creciente inhumanidad e impunidad del régimen”. Coincide en ese rechazo -probablemente en su única coincidencia política- con Geert Wilders, el líder del partido ultra de Países Bajo, formación que será determinante en el próximo Ejecutivo holandés. Wilders ha respondido a las condolencias expresadas por Michel con otro mensaje en X diciendo: “No en mi nombre”.

A las difíciles relaciones entre Occidente e Irán en la actualidad, cabe añadir la propia trayectoria del presidente fallecido. Participó, según Amnistía Internacional, como juez en la represión del régimen teocrático en 1988, en la ejecución de, al menos, 5.000 presos políticos, lo que le valió tener fama como un magistrado que condena a muerte con facilidad, lo que en países de Oriente Medio se llama un “juez de la horca”.

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