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Nikola Karabatic: “No quiero estar con mi ego todo el tiempo cuando me retire” | Deportes



“Estoy aprendiendo que la muerte no puede ser solo negativa”. Nikola Karabatic (Nis, Serbia; 40 años), uno de los más grandes de la historia del balonmano, habla así de esa “pequeña muerte” que afronta cada deportista con la retirada. La que le toca a él ahora. Esta es su última temporada, con los Juegos como horizonte final de una carrera feroz y triunfal. “Lo positivo es que voy a renacer con otros objetivos, será otra vida, y eso me hace mucha ilusión”, apostilla el francés del PSG, que este jueves recibe al Barcelona, uno de sus exequipos (2013-15), en la ida de los cuartos de la Champions (20.45, DAZN y Esport 3; la vuelta, el 2 de mayo a la misma hora en el Palau). “Allí hice más amigos que en ningún sitio”, apunta al otro lado del teléfono mientras hace recopilación de una trayectoria única y reflexiona sobre el futuro. Un adiós que se une al del danés Mikkel Hansen (36 años), otro gigante en retirada.

“Todos me preguntan qué voy a hacer después y les respondo que lo más importante no es eso, porque algo encontraré que me apasione, sino el proceso mental de cambiar de chip”, se arranca Karabatic sobre un asunto que tiene muy masticado. Desde que anunció la despedida el pasado verano, este es, dice, su curso de descompresión. “No quiero verlo como que tengo que lograr otro récord o meter tantos goles, sino ir preparándome para dejar la mente de competición. Porque en mi segunda vida no quiero vivir más con ella. Es importante en el deporte de alto nivel, pero me he dado cuenta de que en el día a día no es tan buena. Te genera mucho estrés. No quiero empezar mi nueva etapa viviendo de lo que he hecho, no quiero presentarme en un sitio y hablar del pasado. No quiero estar con mi ego todo el tiempo. Tal vez sea porque he cumplido de sobra todos mis sueños”, reflexiona este central y lateral que siempre se ha distinguido por la voracidad, protagonista de muchos duelos al límite con España, y verdugo a menudo de los Hispanos. “Mi ídolo de pequeño era Enric Masip y jugué contra él”, confiesa mientras recuerda a David Barrufet, Rafa Guijosa, Iñaki Urdangarin, Talant Dujshebaev y Arpad Sterbik.

Cuando era más joven, si otros no tenían mi exigencia de ganar, podía ponerme muy nervioso

Con la selección gala, se ha colgado 17 medallas (tres oros olímpicos, cuatro mundiales y otros tantos europeos), y con sus clubes (Montpellier, Barça, Kiel y PSG) ha levantado tres Champions y una veintena de Ligas nacionales en un palmarés inabarcable que también incluye tres veces el premio de mejor jugador del planeta (2007, 2014 y 2016). “A veces, igual he sido difícil para los entrenadores porque siempre quería ganar y que el resto pensara igual. Ahora estoy más tranquilo, pero cuando era más joven, si veía que otros no tenían esa exigencia, podía ponerme muy nervioso y enfadarme”, reconoce Niko.

Él nació en la antigua Yugoslavia de una madre croata y un padre serbio, aunque a los pocos años la familia se trasladó a Francia. Su progenitor, Branko, portero en los ochenta en su país, fue la clave de todo, explica: “Con ocho años, él era mi entrenador. Nunca fue el típico padre del Este, duro conmigo, pero como era mi ídolo, quería que estuviera muy orgulloso de mí”. De ahí, asegura, viene su espíritu competitivo. “Yo pensaba en ganar una vez la Champions y el Mundial. Pero con 18 estaba con la sele, con 19 era campeón de la Champions, con 22 del Europeo, con 23 fui nombrado el mejor jugador mundo… Todo vino muy pronto”, recuerda Karabatic, situado en el paquete de los mejores jugadores de balonmano.

A los 18 estaba con Francia, con 19 era campeón de la Champions, con 22 del Europeo, con 23 fui elegido el mejor del mundo… Todo vino muy pronto

¿En qué lugar se sitúa en la historia? “Si le respondo con el ego… Lo que pienso es diferente de lo que me dejo decir. Saber que estoy en la pregunta me hace sentirme orgulloso. Cuando estoy en la pista, claro que pienso que soy el mejor, pero cuando salgo, nunca lo diré porque sería una falta de respeto hacia otros muy buenos”, concede sobre una trayectoria que presenta un punto oscuro: la condena en 2017 por su implicación en un caso de apuestas ilegales y amaño de partidos.

Desde 2015 en el PSG, club que tampoco ha ganado la Champions en balonmano, su corpachón de 1,96 ha vivido la gran transformación de este deporte. “Ahora es espectacular, va todo muy rápido, aunque podríamos hacer mucho más para que las teles se interesen por él”, advierte. “No somos tan ágiles para cambiar normas. Necesitas 10 años para implantarlas y luego sabes que van a durar 20 años, aunque no sean buenas. Hay que intentar cosas. Quizá necesitamos más tiempos muertos para meter publicidad, como en el baloncesto. Los que deciden son lentos. Yo siempre estaré listo para ayudar si veo que las intenciones son buenas”, puntualiza Karabatic, clave en el gran crecimiento de la Liga francesa.

En el balonmano no somos tan ágiles para cambiar normas si no nos gustan. Hay que intentar cosas en la tele

“Cumplir 40 años, los Juegos en París… Las señales estaban ahí”, comenta sobre el momento elegido para el adiós. Eso, y un problema físico que lo encogió. En 2020, con 36 años, fue capaz de regresar de una rotura de cruzado, pero una flebitis lo colocó el curso pasado ante el espejo. “Jugábamos el Mundial y me lesioné en un pie. No parecía nada, pero me molestaba mucho. Y al volver en febrero a mi club, me sacan una flebitis. Era mi tercera trombosis. Vimos que había un problema genético en la sangre. Se podía resolver con vitaminas, sin necesidad de tomar anticoagulantes toda la vida, pero pensé que había sido una alerta grande y que, si regresaba, haría una temporada más y ya está”, afirma Niko Karabatic.

Lo que no tiene pensado a corto plazo es sentarse en un banquillo profesional. “Tengo la capacidad, pero no quiero. Veo el impacto que tiene sobre el estado físico. Es muy estresante”, indica. “Quiero experimentar la vida sin competición. He aprendido mucho de ella, y me he dado cuenta de que no es el tipo de visión que debes tener siempre”, concluye Karabatic, a unos meses de cerrar con 40 años una carrera para el recuerdo. Leónidas pide descanso.

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